jueves, 18 de febrero de 2021

Corporativismo: Factor de disgregación.


Por Julio Conesa.

Superado en la generalidad de los casos la disfunción entre personal laboral y funcionario sobre la base de la progresiva y justa equiparación en condiciones laborales (aún hay quien piensa que ser funcionarios es más importante que ser laboral, aunque ambos hayan pasado por los correspondientes procesos selectivos). Debemos seguir padeciendo otro fenómeno de disgregación y división entre los empleados públicos: El corporativismo.


En nuestra realidad inmediata hemos oído tachar de corporativismo determinadas actitudes de un grupo profesional: médicos, profesiones liberales, en general grupos de élite. Pero también en el mundo de los asalariados se dan estas actitudes: pilotos de aviación, maquinistas de trenes, empleados de prisiones, inspectores de hacienda, profesores, etc.…, nunca entre ebanistas, matriceros, piseros, soldadores, albañiles, jardineros....


La posición ideológica de estos grupos es la del “egocentrismo gremial”, consideran la sociedad atomizada, dispersa y dividida, por lo que entienden que cada uno debe tirar para él e intentar sacar la mejor tajada posible. Mayoritariamente estos grupos se sienten fuertes porque les ampara un vínculo especial, una profesión, un signo diferenciado, un uniforme, una realidad que consideran específica, diferente de la del resto del personal asalariado.


De manera absurda, convierten sus reivindicaciones en las únicas que parecen tener sentido, arropándose de un victimismo que los sitúa en una especie de círculo, donde todo confluye hacia ellos. Son el centro. Son los paganos de la crisis, los que no se merecen la situación por la que atraviesan. Están hartos de oír que todos los trabajadores y trabajadoras deben unirse en la defensa común de las reivindicaciones y exigen un protagonismo propio, ponen en primer lugar la lucha por lo suyo, considerado prioritario ante el bien general.


En las administraciones se identifica claramente con sindicatos de corte “profesional”. Pero no debemos perder de vista las asociaciones de técnicos, o las de personal de administración general, o las de inspectores, o las de técnicos medios. Todos ellos van a dar de sí en el marco de las elecciones sindicales, a grupos independientes, coaliciones de trabajadores no afiliados, en algunos casos llegan a situarse en la órbita del llamado sindicalismo “independiente”, pero ninguno de ellos puede alcanzar la suficiente entidad como para representar en el ámbito global de las administraciones públicas, aunque sí en el concreto de la realidad del centro de trabajo donde están organizados.


Sólo parece haber una manera de responder.


En primer lugar, sabiendo que son una realidad “objetivamente antisindical”, pues llevan en ellos mismos el germen de la división y la confrontación de intereses entre trabajadores, ya que por propia naturaleza no tienen una visión global, unitaria y de clase, buscando su satisfacción por encima de los otros. 


En segundo lugar, se deben dar alternativas serias y creíbles a las reivindicaciones del personal al que se dirigen, y ser capaces de integrar con propuestas específicas y en lo concreto a los compañeros y compañeras de ese colectivo al que se dirigen los corporativos y al que intentan representar. 


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