sábado, 6 de marzo de 2021

Nunca como antes, el feminismo ante la encrucijada


Por Julio Conesa


El Feminismo se ha hecho ideología global. No es ya pura reivindicación, expresión de rabia, protesta o demanda ante las injusticias que abarcan la vida total de las mujeres. 


El Feminismo ha ganado el discurso de la novedad ilusionadora, de la esperanza. Ya no es un planteamiento emancipatorio de las mujeres más conscientes de su realidad. Ha roto los límites que lo encasillaban y se ha tornado peligroso para el sistema.


Hoy estamos asistiendo a la guerra más despiadada contra él desde las élites que manejan los hilos de la sociedad. Y en esa guerra todo vale.


Desde la negación más absoluta o el desprecio (este siempre existió), hasta las formas más sutiles y elaboradas para conseguir dulcificar sus propuestas de lucha contra las desigualdades, contra las esencias del patriarcado (sustrato cultural de nuestras sociedades) y convertirlo en una ideología asimilada hasta hacerlo desaparecer como de hecho consiguió el sistema integrar otros movimientos.


Pero en este caso, van a equivocarse. Porque no es una moda, no es un movimiento que surge de las contradicciones del propio sistema.


Es la fuerza emancipadora que siempre empujo a la humanidad hacia cotas más altas de desarrollo humano. ¿Es necesario recordar aquel fantasma que recorrió Europa? 


Pasaron los años de derrota y resignación. Y la fuerza que lleva dentro el Feminismo hace renacer la esperanza de todas y todos en un hegemonismo cultural y social que lo abarque todo.


Cómo gritan “los nuevos feminismos” nacidos del propio sistema, intentando confundirnos. Aprovechando la tesis según la cual el feminismo no entiende de clases sociales porque las mujeres, todas, tienen un objetivo común.


Es cierto que, hasta la mujer pudiente, la burguesa, padece en esencia una misma opresión. Pero de ahí a sostener, que la lucha feminista es interclasista y en ese sentido no debe implicar conflicto social o político, hay un trecho, que da pie a la perfecta coartada que el sistema está utilizando para invadir territorio que le estaba vedado, e intentar instalar un discurso de conflicto en el seno del propio movimiento.


Pensar que detrás de cada posición política dentro del movimiento feminista no está la firma de los intereses de clase, sólo puede ser de personas ingenuas.


Si no es así. ¿De qué tanta obsesión, tanto interés ahora, por definirse feministas? 


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