miércoles, 20 de octubre de 2021

Yo soy machista

 Por Julio Conesa

Sí. Aunque resulte fuerte decirlo así. Estoy convencido que para empezar a superar esta condición (sí, condición) es necesario empezar por reconocerlo. Sólo así uno puede hacer frente a los miedos que conlleva plantearse seriamente “deconstruir” mi formación como hombre, en una sociedad que bajo esta premisa me ha colocado en el centro de todo, trasladando a la mujer a la periferia como algo adicional a mi existencia.

Nací como todos en el marco de una sociedad en la que los varones teníamos y tenemos una consideración especial. Se ha escrito mucho sobre ello. No me voy a extender.

Pero mi machismo es condición circunstancial, no es natural, no es consustancial al sexo. Es fruto de milenios civilizatorios de la especie humana y los condicionantes en los que se han desarrollado las sociedades hasta nuestros días.

Negar esta realidad, defender que quiero y siento la necesidad de ser compañero de viaje en el proceso de liberación feminista no me salva del peso que representa ser consciente de mi mismo y el bagaje de esencias que llevo conmigo desde siempre.

Muy temprano. Tal vez con 19 años empecé a abrir los ojos a una realidad que me chocaba. Ellas, valientes, luchadoras, arriesgaban todo. Como nosotros. Sin embargo, había cierto halo de paternalismo por nuestra parte hacia el trabajo que desarrollaban ellas.

Recuerdo los debates en torno a la liberación de la mujer. Las primeras jornadas feministas en la facultad del Campus de Basco Ibañez (no recuerdo si era la de “Económicas”). Si debíamos o no participar los hombres, viendo como algunos tomaban rápidamente la palabra para “indicar el camino” que “ellas” debían seguir.

Durante años he puesto esfuerzo y dedicación a incentivar, animar y empujar al compromiso social a compañeras y amigas. Y no se si en el fondo no hacía como esos mismos que “tomaban la palabra” de manera “paternal” para indicarles el camino.

He pasado toda la vida negándome la realidad a mi mismo, auto-convenciéndome de que “yo también era feminista”. Este error me ha llevado durante años a no poder interiorizar lo que supone el desafío de serlo realmente.

La complacencia que me proporcionaba sentirme diferente, sin embargo, me alejaba del verdadero compromiso. Es necesario replantearse las convicciones y los sentimientos, buscar un nuevo enfoque a las cosas donde los principios más básicos y esenciales preñados de “machismo inconsciente” sean removidos desde lo más profundo.


Esta reflexión la hago pública, avergonzado de las cosas que vengo viviendo un día sí y otro también desde hace años. La insoportable sensación de que en lo más profundo estoy ligado de alguna manera a esos energúmenos que causan tanto dolor, solos o en manada.

El otro día una amiga se preguntaba en las redes sociales que para cuando manifestaciones, concentraciones, actos de protesta solidaria de hombres, sólo hombres, por todo lo que estamos viviendo.

En los grupos virtuales en los que me muevo (mayoritariamente hombres) planteé esta misma cuestión. Dije que sentía vergüenza por los abusos, las violaciones, y que debíamos responder desde nuestra realidad de hombres que repudian estos actos y el trasfondo que hay tras ellos: El machismo que a todos nos condiciona.

Todos desviaron la mirada hacia lo concreto. El caso o casos que se dan. Descontextualizando esta realidad. Que si “psicología del violador”, que si las “pulsiones”, que si Freud….

¿Es tan difícil de entender?

Tal vez. Porque ir a la raíz lleva implícito un esfuerzo extremo. Darle la vuelta a la piel de cada uno, como un calcetín. Desnudarnos ante el espejo y reconocernos en lo que no queremos ver.

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